Don
repollo y doña Berza, de una sangre y de una casta, si no caballeros pardos, verdes fidalgos de España, casáronse, y a la boda de personas tan honradas, que sustentan ellos solos a lo mejor de Vizcaya, de los solares del campo vino la nobleza y gala, que no todos los solares han de ser de la montaña.
Vana, y hermosa, a la fiesta vino doña Calabaza; que su merced no pudiera ser hermosa sin ser vana.
La Lechuga, que se viste sin aseo y con fanfarria, presumida, sin ser fea, de frescona y de bizarra.
La Cebolla, a lo viudo, vino con sus tocas blancas, y sus entresuelos verdes, que sin verdura no hay canas.
Para ser dama muy dulce vino la Lima gallarda, al principio, que no es bueno ningún postre de las damas.

La Naranja, a lo ministro, llegó muy tiesa y cerrada, con su apariencia muy lisa, y su condición muy agria.
A lo rico y lo tramposo en su erizo la Castaña, que la han de sacar la hacienda todos por punta de lanza.
La Granada deshonesta a lo moza cortesana, desembozo en la hermosura, descaramiento en la gracia.
Doña
Mostaza menuda, muy briosa y atusada, que toda chica persona es gente de gran mostaza.
A lo alindado la Guinda, muy agria cuando muchacha, pero ya entrada en edad, más tratable, dulce y blanda.
La Cereza, a la hermosura recién venida, muy cara, pero con el tiempo todos se le atreven por barata.
Doña Alcachofa, compuesta a imitación de las flacas, basquiñas y más basquiñas, carne poca y muchas faldas.
Don Melón, que es el retrato de todos los que se casan: Dios te la depare buena, que la vista al gusto engaña.
La Berenjena, mostrando su calavera morada, porque no regó en el tiempo del socorro de las calvas.
Don Cohombro desvaído, largo de verde esperanza, muy puesto en ser gentil hombre, siendo cargado de espaldas.
Don Pepino, muy picado de amor de doña Ensalada, gran compadre de doctores, pensando en unas tercianas.
Don Durazno, a lo invidioso, mostrando agradable cara, descubriendo con el trato malas y duras entrañas.
Persona de muy buen gusto, don Limón, de quien espanta lo sazonado y panzudo, que no hay discreto con panza.
De blanco, morado y verde, corta crin y cola larga, don Rábano, pareciendo moro de juego de cañas.
Todo fanfarrones bríos, todo picantes bravatas, llegó el señor don Pimiento, vestidito de botarga.
Don Nabo, que viento en popa navega con tal bonanza que viene a mandar el mundo de gorrón de Salamanca.
Mas baste, por si el lector objeciones desenvaina, que no hay boda sin malicias, ni desposados sin tachas.
Francisco Gómez de Quevedo Villegas y
Santibáñez Cevallos
|