A lo largo de los años 90, se ha extendido el
cultivo de soja transgénica en muchos países. La soja Roundup Ready
(RR) de Monsanto, el cultivo transgénico más extendido en el mundo, no
tiene mejor rendimiento que la soja convencional como afirma la
multinacional que la promueve. Está demostrado que estos cultivos
tienen una productividad entre un 5-10% menos que las variedades
convencionales. Un informe publicado el 13 de febrero de 2008, en
Asunción (Paraguay) / Bruselas (Bélgica) desvela que la introducción de
los cultivos transgénicos está provocando un incremento en el uso de
plaguicidas tóxicos en los principales productores de cultivos
biotecnológicos. En EE.UU, los datos del departamento de agricultura
(USDA), demuestran que los cultivos RR, han hecho que aumente 15 veces
el uso de glifosato, herbicida que destruye los organismos primarios de
los ecosistemas. Esto supone una seria amenaza para las cadenas
tróficas y las comunidades que dependen de ellas.
En América
Latina, los principales países productores de soja RR, han incrementado
el uso de glifosato y se ha desarrollado la resistencia de las malezas
a dicho herbicida. En Brasil, el uso de glifosato llega al 80%. En 2007
en Argentina, la maleza resistente al glifosato (sorgo de alepo)
invadió más de 120.000 hectáreas. Para poder enfrentarlas se estima que
serán necesarios unos 25 millones de litros de otros herbicidas, lo que
significa un incremento en los costes de producción de entre 160 a 950
millones de dólares por año. La industria de cultivos transgénicos, sin
embargo, continúa asegurando de forma engañosa que los cultivos
transgénicos reducen el uso de plaguicidas y sirven para eliminar la
pobreza y el hambre.
En Argentina, el cultivo de soja ha pasado de 800.000 hectáreas a 13
millones en los últimos siete años. La industria algodonera ha sido
desmantelada y el cultivo convencional de algodón ha sido sustituido
por la soja transgénica. También se han despejado bosques y sabanas,
así como tierras dedicadas a pastos o cultivos alimentarios como sorgo,
maíz, girasol o judías, para dedicarlo a la producción de soja RR,
eliminando así la biodiversidad, el cultivo tradicional y con ello, la
producción de alimentos para la población argentina. La soja
transgénica además, agota la fertilidad del suelo porque como
leguminosa da un aporte mínimo de nutrientes al suelo y, sin embargo,
extrae el doble que el maíz. En el año 2002, 30 millones de toneladas
de soja acabaron con 900.000 toneladas de nitrógeno, 140.000 toneladas
de azufre y 200.000 toneladas de fósforo. El fósforo es una sustancia
no renovable y cuando desaparece del suelo hay que reponerlo de forma
artificial. Este ritmo de desnutrición de la tierra no puede durar
muchos más años.
Argentina
es el segundo país productor de soja en el mundo, después de EE.UU. El
30% de lo que produce lo exporta como grano y el 70% restante en forma
de aceite y de piensos para animales de Europa y para alimentación
humana en países donde no existe obligación de etiquetar los productos
transgénicos. La presión de los consumidores europeos ha conseguido que
la industria alimentaria retire los ingredientes transgénicos de sus
productos o bien que los etiquete, pero la presión, más fuerte de la
industria transgénica ha conseguido que queden fuera de ésta obligación
los productos de animales alimentados con transgénicos (leche y
derivados, carne y huevos). De este modo, los transgénicos continúan
siendo vendidos para consumo humano en países donde no hay legislación
que lo regule, incluso sin estar etiquetados, pero en países donde
existe regulación y obligación de etiquetado, también se cuelan en
nuestros platos vía alimentos de origen animal.
Argentina
produce actualmente piensos para exportar alimento y dar de comer a la
misma cantidad de ganado que producían ellos antes. De 1990 a 2002,
doce establecimientos de agricultura tradicional cierran por día. En el
norte del país, con el cambio de cultivo del algodón a la soja, 6 de
cada 10 personas se han quedado sin trabajo y migran a las ciudades
donde perciben, por estar desempleados, subsidios de 150 pesos
mensuales (unos 36 €), que no cubren las necesidades básicas
familiares, sólo da para comer durante 10 días al mes.
Con
el crecimiento de la extensión de tierra para el cultivo de soja, en la
Región del Chaco, se ven atacadas tanto la tierra como los animales que
la habitan. Estos últimos al tener cada vez menos espacio donde vivir,
abandonan sus áreas y acaban en peligro de extinción, como el Tatú
Carreta (documental “Hambre de Soja”. Icaro Producciones, Marcelo Viñas
y Jorge Casal año 2005).
El
Chaco, es un claro ejemplo de indigencia, desnutrición y pobreza
causadas por el cultivo de soja. En Resistencia, capital de El Chaco,
en el interior de la región, los profesores se han movilizado para
denunciar que los alumnos se les duermen de hambre en un país conocido
por su producción masiva de alimentos. Hasta el año 2007, los niños
comían en las escuelas públicas de la zona pero, por falta de
presupuesto, los centros dejaron de dar almuerzo y sólo dan el
desayuno. El absentismo escolar se ha multiplicado desde entonces. Los
niños acuden a los comedores comunitarios donde el alimento principal
es la soja RR, exportada a los países europeos exclusivamente para el
consumo de animales y regalada por las multinacionales a los comedores.
Comen soja 2 ó 3 veces por semana. Para que la soja esté bien cocinada
y no dañe al organismo, debe de cocerse una hora pero por
desconocimiento y la necesidad de ahorrar energía, en éstos comedores
se cuece sólo unos minutos, lo que supone que en lugar de nutrientes a
los niños, les aporte tripsina, isoflavonas, etc, siendo peligrosa,
especialmente para los menores de 2 años, porque no aporta hierro,
vitaminas, zinc, calcio. Lo ideal es que se tome a partir de los 2 años
y como un alimento más.
Nunca fue un
alimento de la dieta argentina. El gobierno argentino no controla lo
que comen en los comedores sociales, no se hacen análisis para medir la
cantidad de glifosato y endosulfán (insecticida) que hay en el grano.
En Europa se comercializa como pienso para aves de corral y cerdos,
entre otros animales. La leche de soja que dan a la población, extraída
de las llamadas vacas mecánicas (máquinas expendedoras), no es, de
ninguna manera, un alimento completo y provoca desnutrición en los
niños.
El argumento de las
multinacionales (Singenta, Nidera, Monsanto) es que con la soja se
palia el hambre. Estas empresas provocan el cambio de la calidad de
producto por la cantidad, el trabajo por el desempleo y la seguridad
alimentaria por la dependencia tecnológica.
Los
cultivos transgénicos no han contribuido en nada a reducir el hambre y
la pobreza en el mundo, por el contrario, han favorecido la
desnutrición, en particular de los niños argentinos de las regiones
pobres.
Una sola compañía, Monsanto, domina con su tecnología el
90% del área mundial cultivada con transgénicos y cinco compañías
fabrican prácticamente el 100% de las semillas transgénicas que hay en
el mercado mundial.
Las
multinacionales poseen patentes conseguidas gracias al esfuerzo y al
trabajo de varias generaciones de agricultores que ahora se ven
perseguidos por las grandes compañías cuando guardan o comparten la
semilla con sus vecinos, sobre cultivos como el algodón, el fríjol, la
soja, la mostaza o el arroz basmati. En varios países ya hay
agricultores amenazados o demandados por Monsanto. Éste es el caso de
los agricultores canadienses Percy y Louise Schmeiser. La semilla
patentada por la corporación contaminó su parcela. Aunque ellos no
sembraron esta semilla, el polen transgénico voló desde campos vecinos
hacia sus parcelas y contaminó sus cultivos legalmente.
LA RESPONSABILIDAD DE LA FAO.
Investigaciones
hechas por la FAO demuestran que pequeñas fincas pero con biodiversidad
pueden producir muchos más alimentos que los grandes cultivos
industriales. La diversidad, además de dar más alimentos, es la mejor
estrategia para prevenir la sequía y la desertificación. Sin embargo,
el informe de la FAO de 17 de Mayo de 2004 (Roma) sobre el “Estado
Mundial de la Agricultura y la Alimentación”, demostró su descompromiso
con la Soberanía Alimentaria y las necesidades de los campesinos del
mundo. En lugar de recomendar el fortalecimiento del papel de los
agricultores de pequeña escala en el manejo de su diversidad agrícola,
la FAO promueve el desarrollo transgénico de la yuca, la papa, el
garbanzo, el mijo y el teff (cereal parecido al mijo pero de semilla
más pequeña y con gusto amargo). Y afirma que los cultivos transgénicos
han dado enormes beneficios económicos para los agricultores y han
servido para reducir el uso de plaguicidas. Para esta afirmación la FAO
utilizó estudios realizados en la India, por el propio Monsanto en el
2001, ignorando la información recolectada por los agricultores, los
gobiernos y otros investigadores sobre el cultivo del algodón Bt.
El
incremento de esta tecnología, como recomienda la FAO en su informe de
2004, aumentará el control monopólico de las multinacionales sobre las
reservas alimentarias del planeta. Los países empobrecidos son forzados
a aceptar patentes, contratos y regímenes comerciales que debilitan su
capacidad nacional para luchar contra el hambre. A pesar de que en el
año 2000 la FAO estaba contra la esterilización genética de semillas,
este informe apoyó el uso de “ Terminator ”, una tecnología que produce
esterilidad en las semillas impidiendo que los agricultores guarden la
semilla cosechada y la reutilicen para la siembra siguiente, poniendo
en riesgo la alimentación de 1.400 millones de personas que dependen de
la semilla conservada de su cosecha. La FAO rompió el compromiso que
tenía con las ONGs y las organizaciones campesinas y publicó dicho
informe sin consulta previa.
La FAO
respalda la propiedad intelectual de las multinacionales a pesar de que
los recursos genéticos provienen del trabajo de mejoramiento que han
hecho los agricultores durante miles de años.
En el mundo
considerado “desarrollado” y “avanzado”, sumido en un descomunal
consumismo, 866 millones de personas son totalmente analfabet@s, 2
millones no disponen de electricidad y 56 millones de personas pasan
hambre.
En el mundo
“subdesarrollado” a causa del modelo de desarrollo de los países ricos
más de 1.000 millones de personas viven con un dólar al día y más de
3.000 millones se arreglan con 2 dólares diarios. La carencia de
atención médica afecta a 2.000 millones y 20.000 personas mueren cada
día a causa de la pobreza. Dos tercios de la población que vive en
condiciones de extrema pobreza, son menores de 15 años y el 70% del
total son mujeres y niños. El 80% de la población mundial no tiene
acceso a las formas básicas de telecomunicaciones. En Manhattan, ciudad
de Nueva York, hay más líneas de teléfono que en toda el África
Subsahariana y la tasa de teléfonos móviles es de 1 por cada 3
habitantes del planeta.
¿COEXISTENCIA CON TRANSGÉNICOS?, ¡NO, NO Y NO!
NI CONSUMIDOS, NI IMPORTADOS, NI PRODUCIDOS. ¡PROHIBICIÓN!
Ante la "Reunión de alto nivel sobre seguridad Alimentaria para todos", presidida por el Secr. Gral. de la ONU y el Presidente del Gobierno español:
CONCENTRACIÓN Palacio de Congresos y Exposiciones de Madrid. Plaza de Joan Miró (Castellana, 99) Lunes, 26 de enero. 17.45 h MANIFIESTO
http://www.nodo50.org/lagarbancitaecologica/garbancita/index.php?option=com_content&view=article&id=188:campana-en-defensa-de-la-seguridad-y-la-soberania-alimentaria-lucha-contra-el-hambre-la-fao-isolucion-o-problema-14o-entrega&catid=62:lucha-contra-el-hambre-la-fao-isolucion-o-problema-en-defensa-de-la-seguridad-y-la-soberania-alimentaria&Itemid=78
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