El gusto por
los alimentos tiene un origen en la cultura, porque al nacer lo hacemos
en un mundo que se encuentra codificado socialmente en el habla y en
los alimentos; así, cuando hablamos de los sabores que guardamos en
nuestra memoria podemos darnos cuenta que difieren de manera drástica
de una sociedad a otra.
 La alimentación
de los pueblos es uno de sus rasgos distintivos, es difícil que una
sociedad tenga los mismos gustos que otra en cuanto al sabor de los
alimentos se refiere, y en especial cuando hablamos de sus platillos
“típicos”.
Tenemos en toda la geografía
humana distintos sabores, que van desde los que tienen una alta
concentración de especias, hasta aquellos en los que no se encuentra
rasgo alguno de que se haya utilizado ningún ingrediente especial en su
elaboración.
En la distribución
“geocultural” de los gustos, encontramos que los sabores fuertes
basados en muchos condimentos son típicos de la región cultural
islámica, asentada en el medio oriente (situada en el continente
asiático); mientras que los alimentos poco condimentados y con pocas
verduras son los de la región africana (situada en el continente
africano); en cambio los eslavos y occidentales (Europa Oriental y
Europa Occidental) prefieren los sabores secos como la mostaza y el
ajo, y los Latinoamericanos preferimos los sabores picantes y agrios o
agridulces .
Esta distribución espacial
de los sabores en el mundo, nos indica de forma muy clara que los seres
humanos tenemos una gran variedad de gustos basada en los sabores, y
que estos sabores han sido cultivados durante siglos por los distintos
conglomerados humanos que habitan el planeta, a partir de las
características físicas del territorio en el que habitamos.
El
origen social del gusto nos permite reconocer cuando empezamos a vivir
una cultura distinta, es a partir de los sabores de los alimentos como
podemos adentrarnos en uno de los aspecto que nos ayuda a conocer de
manera directa los ambientes culturales con los que los distintos
sabores se relacionan con la cultura, llevando el gusto del plano
biológico al social.
“La alimentación es
una actividad no sólo biológica, nutricional y médica es también un
fenómeno social, psicológico, económico, simbólico, religioso,
cultural, en definitiva, un hecho extraordinariamente complejo.”
(Contreras, 2002)
Sabemos también, que es
muy común que una sociedad adopte los gustos en la alimentación de una
cultura a otra, e incluso que esto representa una de las formas más
comunes de promover los sabores y aromas de una sociedad a otra;
aspecto que no es negativo, sobre todo cuando consideramos que es la
cocina un de los lugares en los que el encuentro o desencuentro de
civilizaciones se ve con mayor claridad.
Pero,
también hay sociedades en la actualidad, que sin reconocer la
importancia de la cultura en la alimentación, importan alimentos
“exóticos” como uno de sus principales “negocios”, considerando que
siempre existe una “necesidad” humana por experimentar nuevos sabores,
sin considerar las consecuencias que para su población tiene el no
contar con una educación en los sabores típicos de los alimentos
locales.
En los hechos la exportación de
alimentos procesados en el mundo representa enormes ganancias para
varias empresas trasnacionales que se dedican exclusivamente a la venta
de este tipo de productos.
La comida es
un escaparate para que distintas sociedades se conozcan e interactúen,
como una de las formas que asume el intercambio mundial de mercancías
(globalización de capitales). A la comida la podemos considerar uno de
los elementos centrales en el flujo de mercancías a partir del negocio
de franquicias de alimentos “rápidos”, que son regularmente
estandarizados y presentados en grandes cadenas comerciales, que se
encuentran presentes en todo el mundo.
Esta
visión de los alimentos “rápidos” nos ayuda considerar en su conjunto a
todo la “industria alimentaria” que está involucrada de manera directa
e indirecta con el negocio de la alimentación, y con ello, la enorme
cantidad de inversión y ganancias que representa; es tan grande su peso
en la economía que Incluso hay quienes han llegado a sugerir que se
puede medir el ingreso per cápita (de la población) en función del
número de hamburguesas que una persona pude comprarse con los ingresos
medios de la población.
Frente a estos
alimentos procesados, poco pueden hacer los alimentos “típicos” de los
pueblos, porque simplemente están diseñados para el tipo de sociedad
que impone el sistema económico mundial y que ideológicamente considera
a lo local uno de los aspectos que en primer lugar debe coincidir con
el modelo macroeconómico de consumo.
Ahora,
si bien es cierto, que los alimentos típicos que presentados de manera
regular, en envolturas rudimentarias, han dejado de tener aceptación en
las nuevas generaciones, también sabemos que es cierto que los
alimentos importados poco o nada les aportan en nutrientes, por lo que
nos permite considerarlos como alimentos “chatarra”.
La
alimentación de las jóvenes generaciones, hace que cada día sea más
necesario el que se considere con un mayor cuidado qué alimentos
consumimos, sobre todo, porque el consumismo impone en ellos una serie
de estilos de alimentación que en muchos casos se basan en la moda de
alimentos que poco benefician a su desarrollo, y por el contrario que
tienen serias implicaciones en su salud.
La diversidad de formas que presenta alimentación en el mundo nos da la
pauta para pensar en una “turismo del sabor”, es decir, la búsqueda de
los sabores que hacen típico a un platillo en una cultura, y de esta
manera podemos conocer cada uno de los ingredientes que hacen posible
un sin número de combinaciones. Así tenemos que en cada sociedad se
mezclan distintos sabores, e incluso sabores agrios con dulces lo que
le imprime un gran contraste al degustarlos en el paladar; al tiempo
que nos habla de la gran gama de alimentos que existen en el mundo.
El
origen cultural del gusto por los alimentos, nos presenta dos preguntas
que continúa esperando una respuesta en las sociedades contemporáneas:
¿Cómo educar a las jóvenes generaciones que ya han sido atrapadas por
los alimentos chatarra en el gusto por sabores que los nutran? y ¿hasta
dónde va a ser necesario llegar en el deterioro de la salud para que
las personas consideren indispensable educar el gusto por alimentos
sanos? La verdad, la respuesta a estas preguntas no es nada alentadora,
porque en muchos casos la sociedad insiste en consumir alientos que no
garantizan el mínimo de nutrientes, aspecto que se agudiza en las
generaciones jóvenes.
La cultura y lo
alimentos se encuentran mutuamente relacionados, no es posible pensar
que una cultura se desarrolle sin alimentos y menos aún que los
alimentos aumenten en su arraigo en las personas sin la cultura.
Referencias: CONTRERAS, Jesús, (Compilador) 2002, Necesidades, Gustos y Costumbres, Alfaomega, España
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