¿Comercio justo en el súper?
¿Comercio justo en el súper? Ante esta pregunta podríamos afirmar que
la presencia creciente de productos de comercio justo en las
estanterías de los supermercados y grandes superficies es una dinámica
positiva que permite un fácil acceso a estos productos y un mayor
número de ventas. Pero, ¿el comercio justo se limita tan solo a una
cuestión comercial? ¿Qué tipo de comercio justo pueden llevar a cabo
empresas con una dudosa trayectoria de respecto a los derechos
laborales, medioambientales y sociales? ¿Comercio justo en el súper es
comercio justo?
Ante el creciente interés por el comercio justo por parte de
supermercados y grandes superficies como Carrefour, El Corte Inglés,
Mercadona, Alcampo, Eroski... deberíamos de preguntarnos qué se esconde
detrás de esta estrategia comercial y de sus declaraciones de buenas
intenciones.
Todas y todos estaremos de acuerdo en que para cambiar las injustas
reglas del mercado es fundamental llevar a cabo una tarea de
sensibilización y concienciación social sobre cuáles son las causas y
consecuencias del actual modelo comercial y económico. Pero, ¿son las
empresas de la gran distribución comercial capaces de llevar a cabo
esta tarea de sensibilización? ¿Son los mismos que se benefician de la
globalización capitalista capaces de luchar en su contra?
Cuatro consideraciones
Para dar respuestas a las preguntas anteriormente formuladas me
gustaría señalar cuatro consideraciones.
En primer lugar: comercio justo no significa vender más. El comercio
justo tiene por objetivo cambiar las injustas reglas del comercio
internacional y someter al comercio a las necesidades de los pueblos y
de los sectores oprimidos. En consecuencia, vender más no es un
objetivo final en si mismo sino un medio para sensibilizar y para
apoyar solidariamente a los productores en el Sur en una lucha común
por un sistema político y económico solidario y respetuosos con el
medio ambiente y las personas.
Vender más a través de las grandes superficies nunca nos permitirá
modificar las injustas reglas del sistema comercial ya que éstas son
las primeras interesadas en mantener un modelo comercial injusto que
les reporta importantes beneficios económicos.
En segundo lugar: comercio justo no es un listado de criterios. No
podemos limitar el comercio justo a una serie de criterios aplicados a
la producción en origen. El comercio justo es algo mucho más complejo
que un producto producido en base a unos criterios de justicia social y
medioambiental, el comercio justo es un proceso comercial que va desde
el productor al consumidor final, teniendo en cuenta a toda una serie
de actores que participan en esta cadena comercial (importadora,
transformadora, distribuidora...). No podemos someter al productor del
Sur al cumplimiento de una serie de criterios en la producción (pago de
un salario digno, organización democrática, políticas de género,
respecto al medio ambiente) y no aplicar al resto de actores que
participan en esta cadena estos mismos criterios.
Si aplicásemos los criterios de comercio justo a los supermercados y
grandes superficies que en la actualidad venden productos de comercio
justo, éstos no cumplirían ninguno de estos criterios.
En tercer lugar: Comercio justo no significa solo una relación
comercial con el productor. No podemos limitar el comercio justo a una
mera transferencia monetaria Norte-Sur. Debemos de trascender esta
visión asistencial por una perspectiva de solidaridad internacionalista
entre productor y consumidor, en lucha contra el modelo de
globalización capitalista.
Los supermercados someten y explotan al pequeño productor y agricultor
con el objetivo de conseguir unos productos cada vez más baratos,
pagando incluso por debajo del precio de coste. No en vano la renta
agraria disminuye año tras año. Los campesinos cada vez reciben menos
dinero por su producción y los consumidores cada vez pagamos más por
estos productos. ¿Quién se beneficia?
En cuarto lugar: Comercio justo no es solo Norte- Sur. La justicia en
las prácticas comerciales no sólo debe limitarse al comercio entre
países del Norte y del Sur, debemos de reclamar una justicia comercial
tanto a nivel internacional como estatal y local y por lo tanto exigir
también un comercio justo Norte-Norte y Sur-Sur. Un comercio justo
estatal y local implica poner el énfasis en la comercialización de
productos locales y de proximidad elaborados por actores de la economía
solidaria y defender el derecho de los pueblos a la soberanía
alimentaria.
Las grandes cadenas de distribución promueven una agricultura y una
producción deslocalizada para conseguir productos tan baratos como sea
posible, elaborados en países del Sur vulnerando los derechos
ambientales y laborales, para luego venderlos tan caros como puedan.
Éstos son los responsables de un consumo de alimentos "viajeros" que
recorren miles de kilómetros antes de llegar a nuestras mesas: uvas de
Chile, peras de Sudáfrica, ternera de Argentina... son productos
habituales en los estantes de los supermercados. Éstos no defienden la
soberanía alimentaria sino el libre comercio y a través de sus
prácticas acaban con la producción y el comercio de proximidad.
A partir de estas consideraciones, ¿qué sentido tiene que los
supermercados y grandes superficies vendan productos de comercio justo?
Algunas respuestas
El comercio justo es utilizado por los supermercados y grandes
superficies como un instrumento de marketing empresarial y de lavado de
imagen. Vendiendo una ínfima parte de sus productos de comercio justo
pretenden justificar una práctica comercial totalmente injusta:
precarización de la mano de obra, sometimiento del pequeño agricultor,
explotación del medio ambiente, promoción de un modelo de consumo
insostenible, competencia desleal con el comercio local, etc.
Frente a la pregunta de si hay supermercados buenos y malos es
importante señalar que el modelo de producción y comercialización de
todos ellos parte de una lógica de mercado que antepone la maximización
de sus beneficios al respeto de los derechos sociales y
medioambientales. En consecuencia, la lógica de funcionamiento de todos
ellos es la misma aunque haya algunos que tengan una mejor estrategia
de lavado de imagen que otros.
Ante este escenario es fundamental abogar por un comercio justo que
rechace ser un instrumento de marketing empresarial al servicio de
multinacionales y grandes superficies. Es necesario un comercio justo
transformador y alternativo que tenga en cuenta a todos los actores de
la cadena comercial, que trabaje por una perspectiva global Norte-Sur,
Norte-Norte y Sur-Sur y que defienda el derecho de los pueblos a la
soberanía alimentaria.
¿Un sello para
vender más?
Algunas organizaciones de comercio justo del Estado español han
apostado por promover un sello de comercio justo, el sello FLO, como
estrategia para ampliar el mercado de distribución y venta. Con un
sello que establece qué es y qué no es comercio justo, el actor que
hasta el momento realizaba una labor de garantía del producto, la
tienda de comercio justo, se hace prescindible. La certificación solo
es útil para las grandes cadenas de distribución quienes necesitan del
sello para justificar la "justicia" en origen de los productos que
venden. El sello reduce la complejidad del comercio justo al producto,
sin tener en cuenta al resto de actores que participan en la cadena
comercial. Multinacionales como Nestlé, Mc Donalds, Starbucks... han
empezado a sacar productos y marcas propias de comercio justo con el
sello FLO. Vincular estas empresas al comercio justo gracias a uno de
sus productos está produciendo una pérdida de credibilidad y de
claridad del mensaje que ninguna ampliación prevista del mercado del
comercio justo podrá compensar.
Esther Vivas* *de la Xarxa de Consum Solidari. Ha
coordinado, junto a Xavier Montagut,
los libros "¿Adónde va el comercio justo?" y "Supermercados, no
gracias".
**artículo publicado
en The Ecologist, n. 31.
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Publicado por Berenjena33 el 30 de Noviembre, 2007, 19:27
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